Transcripción |
Domingo diez y seis de diciembre de este año de mil setecientos y ocho. Entre cuatro y cinco de la tarde falleció el ilustrísimo y excelentísimo señor doctor don Juan de Ortega Montañes, del consejo de Su Majestad, arzobispo de este arzobispado, virrey que fue de esta Nueva España dos veces, obispo de Michoacán, que fue de Guatemala, de Guadiana; inquisidor y fiscal del Santo Oficio de esta Nueva España. Publicóse con los golpes de la campana mayor de dicha Santa Iglesia, que acabaron a las oraciones, siguieron los redobles de todas las campanas de su torre hasta las nueve de la noche y las de todas las parroquias, conventos y hospitales de esta ciudad, y se continuaron hasta el día veinte. El lunes diez y siete, sobretarde, fue el cabildo con todos sus ministros de sobrepelliz a las casas arzobispales donde se cantaron solemnemente las vísperas de difunto y responso; y a el día siguiente la misa y responso, y después todas las nueve religiones. Y el día veinte se hizo su entierro asistido de todas las cofradías, religiones, clero, cabildo metropolitano y tribunales, que remataban en el Excelentísimo Señor duque de Alburquerque; y se dispuso de su casa a la calle del reloj, donde estaba una posa, otra en la esquina de la calle de los cordobanes, otra en la esquina de la calle de Santo Domingo, otra en la esquina de la calle de Tacuba y otra en frente de las casas del marqués del valle, por donde entró dicha Santa Iglesia; y hecho los oficios funerales, fue sepultado en el presbiterio, al pie del ara. |